Muchas aplicaciones tradicionales donde la madera, el metal, la fibra de vidrio, el poliestireno expandido, etc., eran materias primas de uso casi excluyente en la construcción, están día a día, siendo reemplazadas por el poliuretano. Estas espumas, resuelven de la manera más eficaz dos de los problemas más importantes de toda la construcción: el aislamiento térmico e hidrófugo de techos y paredes. Generalmente se aplican por método de spray (soplete), técnica cada día mas difundida en todo el mundo, para aislar edificios, viviendas, galpones, tanques, tuberías, etc. Otra característica fundamental de las espumas rígidas es su muy alta resistencia a la humedad. De lo expuesto, se deduce que estas espumas reducen al mínimo la formación de condensación y consecuentemente la necesidad de uso de barreras de vapor. Desde el punto de vista mecánico, en el caso de los techos en donde se colocan tejas u otras cubiertas sobre la espuma de poliuretano, no se registran craqueo o roturas en la espuma cuando hay condiciones extremas de peso (nieve o viento) ya que la estructura elástica de la espuma reparte mejor las cargas. La espuma aplicada por proyección se adhiere directamente a la superficie y forma un recubrimiento continuo y sin juntas, ofreciendo la ventaja adicional del sellado de fisuras y pequeñas grietas, asegurando hermeticidad alrededor de las construcciones elevadas, como chimeneas, claraboyas y conductos de ventilación. La espuma se adhiere sobre cualquier superficie limpia y seca, sea cual fuere la forma de la misma y por ningún motivo pandea o tuerce, manteniéndose firme sobre la superficie y conservando intactas sus características. En virtud de su compleja unión a la superficie, la espuma mejora sustancialmente la integridad estructural de un edificio, proporcionándole resistencia y rigidez a los materiales revestidos, tales como perfiles metálicos. Al mismo tiempo su reducido peso tiene un efecto mínimo sobre la carga total.